10 de abril de 2014

Lectura y empatía


Lee, te lo ruego. Por Diego Golombek  

Una serie de experimentos muy recientes sugieren que la lectura mejora nuestra capacidad para la empatía, o sea, el poder relacionarnos afectivamente con otros.

Foto: LA NACION / Martín Lucesole



























Hace muchos años, en la biblioteca de mis padres había una enciclopedia llamada Lo sé todo, cuyo lema principal era lege, quaeso. Más allá de la traducción familiar de ¡leé, queso!, el latín nos indica que quiere decirlee, te lo ruego, seguramente apuntando a las conocidas virtudes de la lectura. Como siempre, la ciencia tiene algo más que apuntar, y recientemente han agregado más funciones a esta maravillosa tarea lectora.


En particular, parece ser que la lectura de obras de ficción, literalmente, te abre la cabeza. Las tramas sólo terminan de armarse en la cabeza del lector, y no sólo en la pluma del escritor y, así, activan mecanismos de neuroplasticidad que nos cambian el cerebro y mejoran nuestro comportamiento social. Pero lo más fascinante es que una serie de experimentos muy recientes sugieren que la lectura mejora nuestra capacidad para la empatía, o sea, el poder relacionarnos afectivamente con otros, comprender sus sentimientos y acompañarlos en el camino. Una de las experiencias -publicada hace poco en la revista Science por parte de un grupo de la New School de los EE.UU.- dividió a los voluntarios en cuatro grupos: uno debió leer ficción literaria de calidad (de acuerdo con estándares de los premios literarios más prestigiosos), a otro le tocó ficción más popular y best sellers, otros leyeron ensayos de no ficción y, por último, un cuarto grupo no leyó durante el experimento. Luego se les pidió a todos que identificaran emociones en imágenes de caras con diferentes expresiones: los que mejor rindieron fueron los del primer grupo. La conclusión es que las buenas lecturas mejoran la capacidad en tener una buena teoría de la mente, que nos permite meternos en la cabeza del otro para entenderlo mejor y predecir sus acciones. Más aún: otro estudio, esta vez desde Holanda (¡y con lo difícil que es leer en holandés!), replicó estos hallazgos, y también indica que cuando la gente lee ficción, se transportan emocionalmente con la trama y la historia, lo que mejora sus capacidades empáticas por alrededor de una semana post lectura.

Y ya que estamos, además de ser más empáticos, podemos llegar a compartir nuestros gustos y a encontrar libros similares a los que nos gustaron. Cuando llega esa desoladora sensación de terminar un libro maravilloso -de esos que alargamos las últimas páginas para no tener que abandonar la trama y los personajes con los que nos hemos encariñado tanto que ya son parte de nuestra vida y de nuestras noches - puede venir la ciencia en nuestra ayuda. Las recomendaciones de las librerías online se suelen basar en criterios sencillos de clasificación de autores de acuerdo con el género y el tema; así, cuando elegimos algún texto, una base de datos nos indica cuál otro podría ser parecido.

Ya son muy comunes los programas que buscan automáticamente canciones similares a nuestras preferencias. Comienzan por encontrar ritmos semejantes y bucean entre otras listas de elegidos para proponer melodías que podamos descubrir. Pero tal vez lo más importante es que pueden ir aprendiendo y corrigiendo las búsquedas a medida que afinamos la puntería, indicando cuáles canciones efectivamente nos gustan, nos sorprenden o, por el contrario, nos recuerdan al coro del cottolengo de Santa Eduviges.

Era hora de aplicar estos programas a la literatura, y a eso se dedicaron en la Universidad de Londres, desarrollando un programa que compara textos, busca las palabras más utilizadas, traza relaciones y frecuencias; de todo esto identifica algo que podemos llamar un estilo. Una de las aplicaciones propuestas es la de comprobar la consistencia de un texto, para determinar si todas las secciones provienen de la misma mano y, eventualmente, cuál corresponde a un tal Lennon y cuál a un tal McCartney, además recomendarnos científicamente nuestra próxima lectura.

A leer, que se acaba el mundo


Diario La Nación: http://www.lanacion.com.ar/1677761-lee-te-lo-ruego

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