16 de octubre de 2013

Instituto Santa Cruz- Reseña histórica: Nivel Medio

 El profesor Carlos Santibañez junto con un grupo de alumnos integrantes del  Modelo interno de Naciones Unidas realizaron esta reseña y la compartieron.

Instituto Santa Cruz
Reseña histórica- Nivel Medio

             Los padres pasionistas integran una congregación que ha echado sus raíces en la Irlanda católica siguiendo la espiritualidad delineada por su fundador, el italiano Pablo Danei, posteriormente conocido como San Pablo de la Cruz. En la Argentina fueron junto a los padres palotinos, los religiosos que han mantenido la tradición de los primeros capellanes irlandeses, llegados desde Dublin a principios del siglo XIX para atender las necesidades materiales y espirituales de la comunidad hiberno-argentina en gestación.
            Ya en este siglo los pasionistas argentinos desarrollaron su carisma misionero destacándose como una orden que ha tomado decidido partido por la causa de los crucificados, los desclasados, las víctimas de un sistema social injusto y excluyente de vastos sectores sociales.
Esa convicción, esa fidelidad a los postulados de su fundador los llevaron a incursionar en un área poco trajinada por la congregación, la educación. Poseyeron durante años el Colegio San Gabriel en Vicente López, pero fue el Instituto Santa Cruz, sito en el predio contiguo al Iglesia del mismo nombre  y al Centro Nazareth, donde desarrollaron su obra más duradera. El padre Santiago O’ Leary, más conocido como el padre Carlos, fue quien cargó sobre sus hombros la tarea educativa.




              Visionariamente comenzó en 1956 dando clases de inglés para un reducido grupo de alumnos en las adyacencias del templo sito en la intersección de las calles Estados Unidos y General Urquiza. El 19 de marzo de 1962 dio inicio a la sección primaria y dos años después comenzó el jardín de infantes en un barrio que reclamaba instituciones educativas de calidad. San Cristóbal se abría lentamente a la modernidad de la mano del crecimiento edilicio… sobre la uniformidad del progreso sigue habiendo casas bajas y calles adoquinadas y medio vacías… un aire aletargado de barrio, portones viejos como testigos de otras épocas …(1)



              Con una promoción primaria ya egresada, en 1969 abrió sus puertas el nivel medio, con orientación comercial y una sola división de doce alumnos en primer año, el mínimo indispensable para obtener la habilitación pedagógica. El padre Carlos, tal cual lo venía haciendo en las secciones iniciales, era con su prodigalidad infatigable, quien daba la impronta a la flamante institución. Celebraba la misa, dictaba la catequesis, controlaba la economía desde su célebre libreta negra y alimentaba leyendas institucionales como aquella que lo pinta de cuerpo entero baldeando el patio de la nueva escuela y recibiendo a una madre que venía a entrevistarse con él mismo. La mujer, despistada ante una escuela solitaria y un solo hombre realizando tareas de limpieza, decidió consultar a ese empleado en mangas de camisa que no levantaba la vista de las baldosas, el secador y el trapo de piso. Señor, puede usted indicarme dónde encontrar al padre Carlos, preguntó la señora y el hombre respondió: Con él está hablando, termino de baldear y la atiendo.
                En aquella pequeña anécdota se traza la historia inicial de la flamante institución escolar, el espíritu que animó aquella empresa. El profesor Rinaldo Poggi, como Rector organizador, y el doctor Carlos Porta, como secretario, poseyeron los roles materiales en aquellos años fundantes acompañados por un pequeño grupo de docentes, Delia Gazappo, Mercedes Villanueva, Irma Ontano, María Inés Ramayo, entre otros, y abrazaron la utopía de concretar un proyecto educativo que conjugara la espiritualidad cristiana emanada de los aires renovadores de la Iglesia Universal reflejados en el  Concilio Vaticano II y en el, para la época reciente, documento de los obispos latinoamericanos en Medellín, y un  nivel académico que pronto se destacó por su excelencia y rigurosidad.

                   Aquel primer año no concluyó de la mejor manera. La mayoría de los alumnos no promovieron sus asignaturas y decidieron, visto el nivel de exigencia del cuerpo docente, rendir sus exámenes fuera de la nobel institución y cambiar el año próximo por otra que ofreciera mayores facilidades. Hubo que comenzar de nuevo. En 1970 volvió a abrirse primer año y ahora sí, los alumnos evolucionaron sin mayores dificultades académicas hasta 1974, año en que egresó la primera promoción del nivel medio.
                Entre 1972 y 1979 ejerció la rectoría el doctor Porta. Eran años duros, convulsionados. El colegio insistió en la pastoral liberadora que emanaba de su congregación y decidió soportar por ello continuas presiones de las autoridades educativas del régimen militar.
                En 1979 asumió el profesor Carlos Solla la rectoría del nivel secundario. Con su llegada se inició otro proceso, acaso el despegue institucional. Atendiendo las demandas de las familias que solicitaban un bachillerato para sus hijos, el instituto modificó su modalidad, pasando a ser bachillerato mercantil. La nueva modalidad conllevaba una mayor carga horaria y mayores exigencias y fue, hasta el presente año, la que le otorgó su impronta académica. El año próximo el instituto abandonará esta modalidad para, en el marco de la Nueva Escuela Secundaria (NES), asumir tres nuevas orientaciones: Ciencias Sociales y Humanidades, Economía y Administración e Informática.
               En 1982 el instituto comenzó a incorporar niñas y se convirtió en una escuela mixta a pedido de un grupo de familias con hijos varones en Santa Cruz que decidieron retirar a sus hijas del cercano colegio Santo Domingo y buscaron incorporarlas al mismo colegio donde asistían sus hermanos.
              Esos cambios, sumados a coyunturas sociales, económicas y educativas, provocaron una explosión de crecimiento institucional. La matrícula se multiplicó y, sin abandonar su condición de escuela barrial, el instituto produjo un importante crecimiento numérico, se abrieron tres divisiones por curso y las solicitudes de inscripción superaban largamente a las vacantes disponibles. Este proceso expansivo debía ser acompañado por modificaciones edilicias y el colegio encaró la construcción de una nueva ala de cinco pisos sobre la calle Estados Unidos para albergar la creciente población escolar.





En 1987 se produjo la apertura del turno tarde, con solo dos divisiones, un primer año exclusivo para alumnos externos a la institución y un cuarto año con el remanente de alumnos de los tres terceros del turno mañana. Paulatinamente el turno fue evolucionando hasta equipararse numéricamente con el turno mañana en una dinámica que duró dos décadas. Lamentablemente una serie de dificultades, la seguridad del barrio, el horario vespertino, disminuyeron el número de alumnos y finalmente el turno cerró sus puertas. Toda la energía quedó concentrada en el turno mañana que continuó tan pujante como el primer día.
El año pasado el colegio celebró sus cincuenta años de vida desde que el padre Carlos abrazó la utopía de encarar la enseñanza secundaria desde los valores de la Cruz y la excelencia educativa. A lo largo de todos estos años ha sido una institución escolar que ha venido ganando prestigio e incrementando su población sobre la base de gestionar una enseñanza con un alto nivel académico y el respeto hacia un ideario institucional que hace eje en la Pasión de Cristo y el compromiso hacia un Evangelio encarnado en nuestra realidad concreta barrial, nacional y latinoamericana. Cuenta a nivel institucional con una nutrida población escolar en todos sus niveles de enseñanza –Inicial, Primario y Medio- sostenida sobre la base de una gran variedad de actores y entramados que constituyen una comunidad educativa que adquiere y pretende profundizar su cohesión a través de valores y creencias explicitadas en su ideario institucional.
Avatares políticos y educativos se han sorteado no sin dificultades, como así también crisis internas, recambios de personal y limitaciones económicas que aquejaron no solo al Instituto Santa Cruz en particular sino a la comunidad educativa en general.  El desafío sigue vigente, el mismo de los años en que el padre Carlos baldeaba el patio en mangas de camisa: ofrecer una formación integral que conjugue la excelencia educativa con la formación personal de los jóvenes en la vivencia de la Fe y en el compromiso con la Pasión de Jesucristo.



(1)Fittipaldi, Silvia. Santa Cruz y la historia de un barrio. Max Comunicación. Bs.As.1990. pág.71.





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