Comparto esta interesante nota sobre las bondades de los cuentos
clásicos analizados desde distintos aspectos. Publicada en el diario La
Nación el 11/08/2013
¿Por
qué los cuentos hacen bien?
Había una vez, en un tiempo sin
tiempo, un mundo de cuentos. Cenicienta, Blancanieves, Verdezuela, Piel de
Asno, Caperucita Roja. Cientos de historias de príncipes y princesas, de
bosques oscuros y peligros milenarios, y, sólo de vez en cuando, de alguna hada
buena entrecruzada con una bruja aterrorizante; historias de transformaciones
pensadas para que exista siempre la esperanza final, la posibilidad eterna de
salir a la luz. Los ojos atentos del niño que espera, como un bálsamo, las
palabras de un padre, una madre, una abuela, una tía o una maestra que lo
sumerjan en el mundo de los cuentos, donde los malos tienen su castigo y los
justos su premio, y al final, siempre triunfa el bien.
Distintas corrientes filosóficas y
psicológicas rescatan la relación de niños y adultos con estos relatos
universales: de eso se ocupan maestras jardineras, psicólogos, escritoras,
docentes y psicoanalistas, en algunos casos impartiendo seminarios sobre la
temática.
LOS RECOPILADORES
La recopilación de los alemanes Jacob
(1785-1863) y Wilhelm (1786-1859) Grimm es el compendio más famoso de cuentos
de hadas junto con Los cuentos de Mamá Oca, del francés Charles Perrault
(1628-1703), y los de autores como el danés Hans Christian Andersen
(1805-1875), Jeanne-Marie Leprince de Beaumont (1711-1780) y Joseph Jacobs
(1854-1916), entre otros.
Todos usufructuaron el acervo
popular, reservorio de historias cuya oralidad iba a perderse si no era
rescatada en forma escrita. Así Perrault, de origen aristocrático, utilizó
cuentos populares y los trasplantó a una cultura cortesana que valoraba las
formas estilizadas. Particularmente con Los cuentos de Mamá Oca (1697) se
dirigió a niños y adultos impregnándolos con mensajes moralistas, sacrificando
algunas partes de las tramas especialmente cruentas.
Los Grimm publicaron su obra en dos
volúmenes, en 1812 y 1815, recopilando los cuentos populares de las regiones de
habla alemana, en principio, con fines académicos. La primera edición, llena de
anotaciones, contenía no sólo los cuentos de hadas, sino juegos, leyendas y
todo tipo de narraciones tradicionales. Una vez impresa recibieron una crítica
mordaz que los impulsó a volver sobre la obra y así fue que las siguientes
ediciones fueron directamente dirigidas hacia los niños, expurgadas de toda referencia
sexual o picaresca.
"Como fenómeno literario, esta
narrativa es bien particular, tanto por la contaminación entre lo oral y lo
escrito y por su estructura fija como por su marcada universalidad, dada por la
ausencia de lugares, nombres y tiempos específicos. Esto lo hace una materia
muy dúctil: desde la pedagogía, la teoría literaria, el psicoanálisis y los
estudios folklóricos hasta la industria cinematográfica se han apropiado de
ella para interpretarla o adaptarla en función de sus objetivos particulares",
dice Ana Basarte, licenciada en Letras y docente de Literatura Europea Medieval
en la carrera de Letras de la UBA.
Desde el punto de vista literario,
los cuentos presentan una serie de rasgos y elementos estructurales propios del
género. "Todos los cuentos maravillosos comienzan con una situación de
carencia y culminan con una recompensa o reparación del mal inicial -continúa-.
La figura heroica triunfa y sobresale respecto del resto de los personajes en
virtud de sus cualidades morales, que siempre van acompañadas por dones físicos
de perfección y belleza. No hay matices ni ambigüedades: todo está polarizado
entre lo bueno y lo malo, lo lindo y lo feo, de manera que los esquemas
planteados resultan fáciles de asimilar para el receptor infantil."
La estructura narrativa que Vladimir
Propp ha identificado posee una sucesión de funciones (Morfología del cuento,
Madrid, Akal, 1985), como la atemporalidad y la presencia de seres imaginarios
con poderes sobrenaturales que ofician de ayudantes son algunas de sus
características.
Sobre los ayudantes o seres
imaginarios que resuelven el cuento vuelve Javiera Gutiérrez, escritora de
literatura infantil, autora de la serie de la Tía Roberta (Lúdico Ediciones).
"Si pensamos en los cuentos maravillosos más habituales, podemos descubrir
que las apariciones de las hadas como seres etéreos, toda belleza y bondad, no
son tantas. De hecho, las brujas son bastante más frecuentes que las hadas.
Pero la función de dotar al protagonista de un talismán o de una clave secreta
para enfrentar el peligro, romper un hechizo o sortear pruebas de gran riesgo,
muchas veces se presenta de manos ancianas, animales u objetos. Ellos proveen
anillos, varas, pócimas, cajitas, cintas, panes y plumas encantados; frases
para abrir puertas, guía para encontrar un pasadizo y respuestas para evitar
ser devorado. Sin ellos, el protagonista jamás llegaría a salir vencedor."
HERRAMIENTAS DE SUPERACIÓN
Bruno Bettelheim (1903-1990) escribió
su Psicoanálisis de los cuentos de hadas en 1975, marcando un punto de
inflexión en la temática. Según su visión, los cuentos ejercen una función
liberadora y formativa para la mentalidad infantil, y la dotan de apoyo moral y
emocional.
Desde el Centro de Lecturas, Debate y
Transmisión en Parque Centenario, la pediatra y psicoanalista Claudia Muente y
el psicólogo Santiago Ragonetti brindan un curso anual sobre los cuentos de
hadas y su valor terapéutico.
"Bettelheim los define como
necesarios para el proceso de subjetivación del sujeto infantil: resultan una
herramienta para atravesar y superar los conflictos de la infancia",
afirma Claudia Muente.
Desde el psicoanálisis, este recurso
al alcance de todos puede ser tomado como un elemento sobre el cual desplegar
estrategias de tratamiento y educación en su articulación con la literatura
clásica. "Perrault era cuentista de Versailles y sus versiones están muy
suavizadas y dejan una enseñanza moral. En cambio los Grimm recogieron
historias de tradición medieval del pueblo que inicialmente no eran para niños
y tuvieron que modificarlas ante la queja del público. Los cuentos se dirigen
al inconsciente del niño y no al del adulto: no son tan terribles como parecen;
funcionan los simbolismos y las identificaciones", dice Muente.
La estructura de un cuento de hadas
incluye "la suspensión de la incredulidad: hay que creer, meterse en el
mundo del cuento, tanto el niño como el adulto, para poder ser atravesado por
él", agrega. El niño entra en el bosque lleno de peligros y así también
transita la separación de la madre en el jardín de infantes (comparable con el
abandono de Hansel y Gretel en el bosque). "No es sin angustia ni sin
sufrimiento que se hace el camino por el bosque: las pruebas funcionan como
ritos de iniciación. En los cuentos aparecen temas como el engullimiento, el
canibalismo, el regreso al útero, la experiencia de muerte y el renacer, como
pasa en Caperucita Roja; el requisito para el niño es el final feliz",
dice Muente.
La reiteración del cuento funciona
para desarmar la angustia, permitiendo la operación de superación según el
funcionamiento del inconsciente, concluye.
LA MIRADA ANTROPOSÓFICA
Ancho, alto y profundo es el reino de
los cuentos de hadas, y lleno todo él de cosas diversas: hay allí toda suerte
de bestias y pájaros; mares sin riberas e incontables estrellas; belleza que
embelesa y un peligro siempre presente; la alegría, lo mismo que la tristeza,
son afiladas como espadas. Tal vez un hombre pueda sentirse dichoso de haber
vagado por ese reino, pero su misma plenitud y condición arcana atan la lengua
del viajero que desee describirlo. Y mientras está en él le resulta peligroso
hacer demasiadas preguntas, no vaya a ser que las puertas se cierren y
desaparezcan las llaves. (J. R. R. Tolkien).
La pedagogía Waldorf y la
antroposofía utilizan el cuento de hadas y otros relatos, según la edad, con
fines didáctico-terapéuticos, especialmente en el primer septenio. Para que los
niños puedan volver en forma diaria a ese mundo de verdades antiguas y
sabidurías milenarias con el cual, según la antroposofía, están naturalmente
familiarizados.
Mariana Querio, directora del Jardín
de Infantes Rudolf Steiner de Florida, Vicente López, maestra jardinera hace 25
años, cuenta que los niños llegan al relato del cuento como cierre de la mañana
después de jugar afuera. Se arma un clima especial con una vela, ellos se ponen
en ronda y la maestra narra un cuento que repite muchas veces durante dos
semanas. "Es un momento muy hermoso en el que se les habla en el lenguaje
de las imágenes. Los cuentos funcionan como un reservorio para la vida adulta,
como la joroba para el camello en el desierto. Porque en todos los relatos hay
una situación armónica ideal en algún tiempo sin tiempo, que se rompe por algún
motivo y se instala un peligro o desarmonía, que se resuelve de la mano de
alguien o algo impensado. Y al final siempre aparece una recompensa, un nuevo
talento, y eso le da al niño la certeza de que, independientemente de cualquier
coyuntura existencial, siempre existe la posibilidad de la
transformación."
Cristina Martínez imparte el
seminario Alrededor de los cuentos de hadas hace 16 años. Actualmente funciona
en la Escuela Juana de Arco, de orientación antroposófica. Se enseña también la
forma de narrarlos según la pedagogía Waldorf y se confeccionan escenarios y
muñecos o títeres para contarlos en los llamados teatros de mesa.
"Siempre dije que los cuentos
eran un alimento para el niño, pero llegué a la conclusión de que son una
terapia. Porque el niño se rodea de imágenes exteriores vacías que le sacan las
fuerzas vitales, y los cuentos le proporcionan imágenes interiores con las
cuales puede sentirse identificado. Éstas poseen significados ocultos que
refieren a caminos del alma que el niño deberá recorrer cuando escuche las
experiencias de los personajes: cada uno de ellos es una fuerza que vive
adentro nuestro. Todos tenemos en nuestro interior al príncipe, el dragón, la
reina, la bruja y la rana. El niño atraviesa dificultades y las vence airoso:
se pone contento al escuchar, en forma reiterada que podrá salir de la panza del
lobo", dice.
Los cuentos populares también ponen
en escena modelos culturales acerca de lo femenino, comenta Ana Basarte, quien
basó su tesis en las llamadas heroínas indefensas de los cuentos de la Edad
Media. "Suelen representarse polarizaciones, por ejemplo, de la figura
materna: la madre buena muerta y la madrastra cruel, la mujer angelical y la
mujer monstruosa, etcétera. En esta línea encontramos heroínas más o menos
activas frente a las desventuras que les acaecen; basta contrastar a la Bella Durmiente
y Blancanieves, que aguardan pasivamente que un príncipe las libere, frente a
un enorme repertorio de relatos que tienen como protagonistas a niñas audaces
que logran mediante su ingenio liberarse de los males que las amenazan."
Hay tantas lecturas posibles como
historias que se cuelan a la literatura desde la tradición oral, que llegan y
llegarán para ser contadas una y otra vez, para poder vivir felices para
siempre, al menos, en el país de los cuentos de hadas.
Érase una vez, en un reino muy lejano.